El
verdadero santo es el que fustiga y mata al pueblo por el bien del pueblo.
Baudelaire.
La Patria está
sabiamente gobernada por el Muy Demócrata Tirano Inteligentísimo Supremo,
Mauro, heredero del poder por la democrática decisión del Magnífico Eternamente
Sembrado fundador de la Patria y de todo lo visible e invisible que hay en
ella.
Entre lo visible están
los Pobladores del Patria, las pocas cosas que necesitan para vivir sus
austeras vidas democráticas y revolucionarias, y los chivos. Los chivos de la
Patria no son chivos comunes, sino de una variedad mucho más grande y
aprovechable. Dan mucha leche, carne, y materiales para vestir. La Patria
depende de ellos. Además hay muchos chivos en la Patria y muchos son exportados.
Las divisas por las exportaciones de chivos permiten al Inteligentísimo Supremo
Mauro llevar una vida de lujos necesarios para gobernar sabia, revolucionaria y
democráticamente.
Pero los chivos de la
Patria son muy tontos. Son los animales menos inteligentes de la Patria. A los
Pobladores de la Patria no se les ha ocurrido nada mejor que llamar a sus
chivos, a todos, con el nombre del Inteligentísimo Supremo, Mauro. Así, cuando
quieren llamar a sus chivos para que vengan a comer (es un decir, son imbéciles
y hay que llevarles la comida pues no atienden a ningún llamado), los
Pobladores de la Patria gritan “¡Veeeen Mauro, Maurito, veeeen!”.
Además de demócrata y
revolucionario, el Inteligentísimo Supremo es muy inteligente. Gracias a sus
comprometidos informantes se entera de la blasfema práctica de los Pobladores
de la Patria. Gracias a su inteligencia descubre también que no se trata de una
inocente broma de algunos Pobladores de la Patria con un sentido del humor poco
democrático, sino parte de una peligrosísima conspiración destinada a quitarle
el poder y a revertir los logros de la revolución fundada por su antecesor el
Eterno Sembrado.
La práctica
contra-revolucionaria de llamar a los chivos de la Patria con el nombre del
Inteligentísimo Supremo queda prohibida por un decreto con fuerza de ley. El
que incurra en ella será acusado de traición a la patria por complicidad con la
conspiración de los enemigos de la Patria y arrojado al calabozo, sin juicio.
Pero el Inteligentísimo
Supremo es demasiado inteligente como para creer que la medida, dura pero
necesaria para defender a la Patria, sea suficiente. Aunque los Pobladores de
la Patria ya no llamen a sus chivos “Mauro” de la boca para fuera, bien lo
pueden hacer en sus pequeñas e ingenuas cabecitas. “Así”, razona el
Inteligentísimo Supremo con impecable lógica revolucionaria, “pueden muy bien
llamar a sus chivos Elías, o Diosdado, y más sin embargo, en pensando para
adentro de ellos mismo en las mentes de ellos, los pueden seguir llamando Mauro.
¡Es intolerable!”.
Sólo hay una solución:
hay que eliminar a todos los chivos de la Patria y así evitar la criminal
asociación mental entre el animal y el sagrado nombre del Inteligentísimo
Supremo.
El sacrificio de todos
chivos se cumple. En los meses siguientes hay una gran mortandad de Pobladores
de la Patria. “Predecible” sugieren algunos críticos desde el exilio, “si matas
a todos los chivos la gente se muere, y ya”. Pero el Inteligentísimo Supremo
sugiere en cambio que la hambruna ha sido causada por una conspiración de
enemigos de la Patria, deseosos de defender sus antiguos privilegis en el
modelo chivístico-rentístico.
El Inteligentísimo
Supremo también ha tenido que sacrificar mucho. Con la caída de las
exportaciones de chivos sus lujos revolucionarios han mermado un tanto.
Pero el sacrificio de
todos ha valido la pena. El Inteligentísimo Supremo ha salvado a los Pobladores
de la Patria (o a los que quedan con vida) de una nueva arremetida de la
contra-revolución.
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